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Estoy tratando de escribir una novela, una ambientada en Condesa, un agradable, tranquilo y frondoso suburbio de la Ciudad de México, a mediados de 2015. Hay varias cosas que dificultan esta tarea, entre ellas que estamos en 2016 y que los acontecimientos no sólo se adelantan a mí, sino que, por el contrario, se acercan a mi casa. El pasado sábado por la noche, dos personas fueron tiroteadas a unos cincuenta metros de la puerta de nuestra casa. Lo sé porque un periodista de la revista Proceso tuvo la valentía de escribir al respecto varios días después:

«El pasado fin de semana, en plena calle Saltillo de Condesa, a las afueras del bar Dussel, que sólo abre en la madrugada y cierra cuando el sol alcanza su punto máximo, un hombre en moto mató a dos personas. Hace aproximadamente siete meses, en la misma esquina con Alfonso Reyes fue ejecutado el dueño de un bar conocido como LIFE.

«La zona Roma-Condesa no es sólo una de las zonas de moda de la ciudad de México por sus bares, restaurantes, galerías y parques y porque está habitada por hipsters de clase media o por la generación millennial. También es una zona que desde hace tiempo está bajo el control de la primera banda del crimen organizado chilango conocida como La Unión.

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El edificio está situado en el bulevar Hannam 104, que conecta el túnel 2 y el puente Hannam. Al ser una de las calles con mayor congestión de tráfico, ha definido la característica del lugar. Aunque el proyecto es un edificio pequeño, la definición del paisaje urbano fue la cuestión y se convirtió en el punto de partida del plan. En conclusión, se exploró la interacción visual entre los usuarios del edificio y los del coche en la calle durante las congestiones de tráfico. La fachada, que compone en su mayor parte el escenario urbano, no permite ninguna comunicación visual entre los peatones ni los vehículos. Este proyecto pretende apartarse de la comunicación unilateral en la que sólo los usuarios del edificio pueden mirar hacia fuera. La comunicación natural y visual entre el entorno (peatones, residentes) y la arquitectura revalorizará las características de las arquitecturas que componen el paisaje urbano.

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En 1630 Felipe Blanco Paz estableció allí su zona de trabajo. Hasta entonces fabricaba las campanas en el lugar donde se hacía el encargo. Era habitual trabajar en el suelo, donde se reunían varios artesanos, montaban un horno y fundían las campanas para todas las parroquias vecinas. Y así una y otra vez, moviéndose por toda Galicia como si fueran nómadas.

Felipe Blanco decidió cambiar esa forma de trabajar y establecerse en un lugar estable. Desde entonces, las diferentes generaciones que se dedicaron al negocio y han cambiado de taller en dos ocasiones, pero siempre permaneciendo en la parroquia de Arcos da Condesa. El actual, lo encontramos en Badoucos.

José Enrique López Blanco, Chicho, es ahora el encargado. Creció entre barro y bronce, oliendo a tierra quemada, y poco a poco fue entrando en el negocio. A los 20 años ayudó a su padre y ahora, con él jubilado, ha tomado el relevo.

Lo primero que hay que hacer es preparar tres moldes de arcilla, uno encima de otro, superpuestos, sin pegar. Una vez secos, se rompe el del medio y se tira, uniendo de nuevo el exterior y el interior, dejando un espacio donde se fundirá el bronce. Estos trozos de barro se entierran, como a la antigua usanza, para conseguir más resistencia cuando llegue el momento de verter la aleación.

Drunk Monkeys – Episodio 127 – Rompope Coronado Vainilla

5:30 de la mañana. Los porteros golpean las puertas para despertar a los clientes. No hay necesidad de despertadores con todo el alboroto. Los senderistas se levantan grogui y recorren el sendero escarchado hasta el mirador situado detrás de los alojamientos, donde el sol, que se eleva sobre el Annapurna II y IV en el este, empieza a brillar en la punta de su hermano mayor.

Nos calentamos las manos entumecidas, hicimos las últimas fotos y volvimos al M.B.C. Sólo nos detenemos de vez en cuando para mirar hacia atrás, y agradecemos las últimas miradas antes de que la plenitud de los picos se pierda de vista.

Volvimos a subir a Chomrong y cortamos hacia un nuevo tramo de sendero que llevaba a Tadapani. Como es habitual en Nepal, el sendero no está claramente marcado, así que hay que estar atento. En las escaleras de Chomrong hay una señal que indica Jhinu, que hay que cortar a la derecha. Pregunte para asegurarse.

Desde allí, atravesamos la ladera, trepando por los huecos del sendero que desciende hasta el río cientos de metros más abajo. Después de cruzar el Khomrong Kola, hay una agotadora subida de 2,5 horas a través de granjas y, finalmente, de la selva por un sendero fangoso y que quita las botas.

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About the Author: Olivo Magno